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Derecho a la alimentación

Diálogo intergeneracional sobre Soberanía y Derecho alimentario

Luis González Vaqué. El Prof. Luis González Vaqué, licenciado en Derecho, ha ocupado diversos puestos como funcionario internacional: jefe del Departamento de Derecho alimentario, fitosanitario y veterinario en la FAO (Roma); consejero de la Dirección general “Mercado Interior” de la Comisión Europea (Bruselas), etc. En la actualidad da clases sobre Derecho alimentario en varias Universidades europeas y latinoamericanas.

« Podrán cortar todas las flores,
pero no podrán detener la primavera »
Pablo Neruda.

I. Introducción: aclarando conceptos
No cabe la menor duda de que el derecho a la alimentación es un derecho humano de carácter universal; por lo tanto, lograr que sea una verdadera realidad y no quede en la literalidad constitucional o legislativa, supone que la exigencia de hacerlo nos afecta a todos, naciones, gobiernos, organismos, entidades e individuos.
En el presente artículo evitaré todo dogmatismo o creencia de dominar una certeza relativa o absoluta sobre los temas en cuestión y me dedicaré especialmente a una iniciativa en la que participé hace ya más de treinta años: en el mes de diciembre de 1990, una serie de profesionales del mundo alimentario valoramos la necesidad de plantear una discusión seria y exhaustiva, y sin ningún tipo de censura ni limitación, sobre la problemática alimentaria de la humanidad.
Este proyecto surgió de forma natural y espontánea a raíz de unas consultas realizadas por los organizadores del Salón Internacional de la Alimentación, ‘Alimentaria’, en Barcelona (España). Inicialmente, aquellos a los que nos preocupaba la alimentación como una cultura global, y posteriormente, un amplio conjunto de organismos internacionales, españoles y catalanes vinculados a la problemática alimentaria, crearon las condiciones materiales adecuadas para el desarrollo de un foro de debate. En este contexto, se desarrolló una estructura organizativa que recogiera las aportaciones de dichas entidades y organismos participantes, pero que en todo caso permitiera un foro de debate libre, independiente y plural.
Dicho foro se estructuró en siete grandes áreas que contemplaban aquellos aspectos generales que inciden en la alimentación humana (1) :
• Los recursos alimentarios de nuestro planeta
• Demografía y hábitat en el hecho alimentario
• La producción de alimentos
• Consumo alimentario y nutrición
• Los límites de nuestra despensa
• Los modelos agroalimentarios
• La seguridad alimentaria

II. ¿“Norte” contra “Sur”?
En el documento final que resultó de las diversas reuniones y consiguientes deliberaciones de los diversos grupos de trabajo de cada una de las áreas que he citado en el epígrafe anterior se denominó “Declaración de Barcelona de 1992 ”(2). En dicho Manifiesto se partía de la constatación de que los recursos estaban mal repartidos. Eran detentados por los países del Norte, quienes, al precio de políticas de soporte a la agricultura cada vez más insoportables, perseguían una lógica productivista a pesar de algunas tímidas tentativas para reducirla. De hecho, estos excedentes alimentarios les permitían dominar el comercio internacional de productos alimenticios.
También se afirmaba:
«Podemos preguntarnos si estos excedentes estructurales en los países ricos, no constituyen una pesada carga para el crecimiento de la producción de consumo directo de los países pobres. Ocurre, en efecto, que, en numerosos casos, los productos de consumo directo importados por los países del Sur deficitarios, llegan a los consumidores solventes de estos países a unos precios inferiores a los de los productos obtenidos localmente.
En los países costeros, las ciudades son alimentadas por los puertos más que por el interior. El arroz importado por los países del Sahel es más barato que el arroz local y hasta los cereales tradicionales. La parte de carnes africanas en los países costeros del Oeste de África, han pasado del 60 al 14% entre 1980 y 1987.
Otro factor reductor del desarrollo del sector agroalimentario, es la urbanización rápida de los países del Tercer Mundo. Los responsables políticos desean mantener al más bajo nivel posible el precio de los productos alimenticios a causa del peso político de los que viven en urbes, ya que la pobreza creciente en las inmensas aglomeraciones urbanas, les conduce a bloquear los precios de las mercancías alimentarias para evitar disturbios sociales.
La pobreza, que es a la vez causa y consecuencia […] de la subalimentación y del hambre, no puede ser combatida más que por el establecimiento de un desarrollo auténtico, lo que hoy llamamos “crecimiento equitativo”.
Hay que dar a las comunidades campesinas los medios para acceder a los factores de producción. Hasta el factor esencial, la tierra, no les resulta siempre accesible. Es verdad que las numerosas tentativas de reformas agrarias, mal concebidas y mal ejecutadas, han desembocado en fracasos estrepitosos.
El número de campesinos sin tierra se incrementa en América Latina; en Asia las parcelas familiares se reducen; y hasta en África, el acceso a la tierra se ha convertido en una cuestión de gran actualidad. Pero muchos otros factores, propuestos por los vulgarizadores, son financieramente inasequibles, salvo para cultivos de exportación.
Queda para los campesinos la posibilidad de deforestar nuevas tierras pobres y poco productivas para sobrevivir, contribuyendo así a la degradación de los ecosistemas, pero quedando excluidos del movimiento de universalización de la producción agrícola.».
Soy consciente que la terminología utilizada en el texto que acabo de transcribir (por ejemplo, la expresión “Tercer Mundo”) parecerá anacrónica, o incluso políticamente incorrecta. Pero reproduzco textualmente algunos párrafos del citado Manifiesto para insistir en la idea de que el futuro del derecho a la alimentación tiene que ser objeto de un diálogo no sólo transversal y multidisciplinario (como fue el que llevamos a cabo hace más de 30 años) sino también intergeneracional. No cabe duda de que desde finales del siglo XX han ocurrido numerosos cambios e innovaciones como, para bien y para mal, la globalización… Pero muchos problemas siguen sin resolver o han empeorado.

III. ¿Alimentos para todos?
Nuestra aportación al necesario toque de atención sobre la precariedad alimentaria mundial se ha centró, en los años noventa del siglo pasado, en conocer cuál era la cifra y entidad contemporánea, así como la posible en un próximo futuro, de los comensales en el maltusiano “banquete de la Naturaleza”. De los estudios y análisis se dedujo que parecía inevitable que el número de esos comensales aumentaría de modo sensible al menos en los siguientes cincuenta años, con lo cual, si la despensa es austera y el servicio limitado, concluimos que «el menú se irá degradando y la sala ensuciando»(3) .

IV. El “redescubrimiento” de la cadena agroalimentaria como eje crítico de la política nacional e internacional
Sigo refiriéndome a lo que se decía en el Manifiesto de 1992:
«En el conjunto de los países, la mayoría de la población está constituida por agricultores, de ahí que el bienestar de dichos países dependa fuertemente de sus recursos agrarios. El redescubrimiento de la importancia de la agricultura, así como de su innovación tecnológica en el crecimiento económico son relativamente recientes. El cambio técnico ha sido tan importante o más en el sector agrario que en el industrial.
El objetivo prioritario de cada país se sitúa en la optimación de sus recursos agrarios para autoabastecerse y además para poder acceder a los mercados internacionales, única posibilidad, a menudo, de obtener divisas y adquirir medios de producción.
La aplicación de nuevos procesos de producción, así como la elaboración de nuevos productos, representan por sí solos un cambio estructural que probablemente produce un incremento de renta mayor que la tradicional Reforma Agraria (4) y pueden provocar un cambio de importancia en los flujos del comercio internacional.
La revolución agraria suele preceder a la revolución industrial (5) por ello, donde la agricultura se halla estancada difícilmente se produce desarrollo industrial. El cambio tecnológico sólo es posible mediante una ética de desarrollo definida por una paz duradera que pueda garantizar un futuro económico, tecnológico y cultural de los países .»(6).
Como conclusión se incluyeron los siguientes objetivos, bastante heterogéneos (divididos en tres grupos):
• Por una tecnología autónoma
– Necesidad de crear Centros Tecnológicos Supranacionales
– Hacia la definición de tecnologías adaptadas
– Prioridad en las investigaciones de mercado
– Rehabilitar la agricultura
– El sistema de producción en huertos familiares
• Mejorar el conocimiento del medio natural
– Disminuir las incertidumbres
– Priorizar la investigación del medio
– El agua, recurso escaso a gestionar adecuadamente
– Creación de bancos de germoplasma
• Estructuras socioeconómicas
– El principio de subsidiariedad, clave del desarrollo
– Adecuar las estructuras agroalimentarias
– La divulgación de tecnologías es la base del éxito
– La mujer en la agricultura
– Efectos de la urbanización en la agricultura
En definitiva, se trataba (y la aspiración sigue vigente) de conseguir una agricultura sostenible.
En estos últimos años las investigaciones se están orientando hacia una “nueva agricultura” en la que se aplique un nivel bajo y controlado de inputs, o bien que todos los medios de producción sean de una calidad determinada (agricultura ecológica como complemento enriquecedor y de diversificación en relación con la tradicional y la conocida como “convencional”).
Cuando redactamos el Manifiesto de 1992, en el campo de la lucha contra las plagas se estaban ya desarrollando con gran fuerza las técnicas de IPM (Integrated Pest Management) o lucha integrada contra las plagas, con una eficacia inmediata. Este concepto de lucha ha determinado la definición de un concreto sistema de producción agraria: la “producción integrada”, en la que se tienen en cuenta todos los factores del medio (suelo-clima-agua-planta o ganado-genética…) y de la empresa agraria, así como de toda una microrregión. Aunque queda mucho por hacer, los resultados de las actuaciones a nivel supranacional en el campo de la protección contra las plagas y las zoonosis pueden considerarse como paradigmas por el efecto demostrativo y consiguiente ahorro que suponen las actuaciones conjuntas.
La nueva agricultura está reutilizando prácticas antiguas que se han demostrado eficaces para la disminución de inputs. La rotación de cultivos, el dry farming, el abonado sideral, la utilización renovada de materia orgánica en forma de purines, compost de basuras urbanas, son todas ellas prácticas del pasado buenas para el futuro, en especial cuando se plantea como objetivo prioritario la reducción de los costes energéticos y sobre todo de los fertilizantes químicos (7).
Una utilización razonable y mejorada de la mecanización se halla totalmente ligada a las demás tecnologías, especializándose actualmente en la disminución de dosis (fertilizantes, fitosanitarios, semillas, etcétera) y en la adaptabilidad de la maquinaria a diversas condiciones de trabajo, en concreto en lo que se refiere la seguridad y a los costes de mantenimiento y de reparaciones.

V. Una Conclusión sin “conclusiones”
Tengo muy claro que falta en este artículo el desarrollo de muchos argumentos y evidencias inherentes al derecho a la alimentación y la Soberanía alimentaria; pero desde un principio sabía que un tratamiento exhaustivo de todos estos temas en unas cuantas páginas era imposible. Por el contario, me propuse exponer lo que planteamos hace ya bastantes años a fin de estimular dudas e incertidumbres en especial, pero no exclusivamente, en los más jóvenes que nos conduzcan a ese diálogo intergeneracional que mencionaba en el título.
Como última aportación a esta incitación y reto para el diálogo reproduzco a continuación íntegramente las proposiciones finales del tantas veces citado Manifiesto de Barcelona (8):
1. Todo ser humano tiene derecho a una alimentación suficiente y saludable.
2. Todo ser humano tiene derecho, individual o colectivamente, a mantener producciones propias y a alimentarse conforme a sus costumbres, hábitos o conciencia, y nadie podrá ser discriminado por ello.
3. La comunidad internacional, los organismos internacionales, los gobiernos y los poderes públicos, así como las organizaciones no gubernamentales, los grupos constituidos y los individuos, son los sujetos de esta declaración y deben reconocer el derecho a la alimentación y actuar en consecuencia contribuyendo a hacer efectivo este derecho.
4. Cada generación tiene el derecho a usar los recursos naturales para su alimentación y el deber de administrarlos y transmitirlos a las generaciones venideras.
5. La erradicación del hambre exige la cooperación y solidaridad internacionales, y el intercambio eficaz y equitativo de los recursos humanos, naturales, tecnológicos y financieros
6. Los alimentos no deben emplearse, en ningún caso, como arma política. Bajo ningún concepto está permitido que bloqueos internacionales, regionales o locales limiten el acceso a los alimentos.
7. La ayuda alimenticia a los países o regiones necesitados debe estar presidida por la ética y tener el carácter temporal imprescindible, hasta que las ayudas tecnológicas y financieras para la mejora de las estructuras y de las producciones alimenticias autóctonas permitan superar las situaciones adversas.
8. Las políticas deben evitar los desajustes demográficos y el exceso de urbanización, y fortalecer estructuras capaces de fijar las poblaciones a sus zonas de origen.
En caso de movimientos de poblaciones afectadas por situaciones de hambre, no se debe impedir su libre circulación ni poner trabas en las fronteras.
9. La libertad de comercio para los productos alimenticios debe ser la norma general. Las limitaciones a este derecho sólo podrán considerarse cuando se comprometa la alimentación de los pueblos o la subsistencia de su sector primario.
La comunidad internacional, los organismos internacionales, los gobiernos y los poderes públicos deben promover los mecanismos precisos para evitar las fluctuaciones erráticas de precios de los productos básicos, que contribuyen a la pobreza y al subdesarrollo de los pueblos.
10. Los agricultores, los ganaderos y los pescadores deben recibir una consideración económica y social similar al resto de la población, dotándoles de servicios de educación, cultura, sanidad e infraestructuras no discriminatorios.
11. Las leyes deben incorporar los derechos y los deberes alimentarios del hombre, y permitir la participación democrática y efectiva de los grupos afectados en la formulación y aplicación de soluciones apropiadas a los problemas de la alimentación.
12. La comunidad internacional, los organismos internacionales, los gobiernos y los poderes públicos deben impulsar una política alimentaria basada en la educación desde las primeras edades sobre temas alimentarios y nutricionales, así como fomentar la formación de personal experto en nutrición, higiene y calidad de alimentos.
Asimismo, deben desarrollar estrategias de educación y formación que corrijan la situación desfavorable de la mujer, especialmente en los ambientes rurales.
13. Los sujetos de esta declaración deben contribuir a garantizar la seguridad alimentaria, basada en:
* resolver pacíficamente los conflictos;
* crear las condiciones apropiadas para obtener un desarrollo económico continuado y equitativo;
* facilitar la solución al problema de la deuda exterior y el intercambio comercial;
* abolir gradualmente las medidas proteccionistas;
* establecer programas internacionales integrados contra la pobreza;
* detener la degradación ambiental;
* reforzar la cooperación internacional;
* aumentar la contribución al desarrollo y la ayuda alimentaria;
* facilitar y fortalecer el camino hacia la democracia;
* un mayor respeto de los derechos humanos.
14. Los sujetos de esta declaración deben aumentar sus esfuerzos y coordinar sus actuaciones para erradicar el hambre y conseguir un mundo más justo, más coherente y más solidario, que garantice los derechos alimentarios del ser humano.».

(1) Mantengo textualmente la terminología del documento final, que quizás contraste con
la que utilizaríamos en la actualidad; lo hago a propósito para estimular la reflexión sobre
nuestras preocupaciones de hace ya 30 años y las de ahora.
(2) Año en el que, finalmente, se publicó.
(3) De nuevo persisto en mantener el anticuado texto original para permitir al lector una
lectura en perspectiva del mismo.
(4) Véase la nota anterior.
(5) Ídem.
(6) Cursiva añadida por el autor.
(7) Véase en este sentido, la Comunicación de la Comisión europea “Estrategia de la
granja a la mesa para un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio
ambiente COM/2020/381 final” de 20 de mayo de 2020: https://eur-lex.europa.eu/legalcontent/
ES/TXT/HTML/?uri=CELEX:52020DC0381&qid=1627307818882&from=ES
(8) Que puede consultarse en: https://www.academia.edu/47746565/Manifiesto_Barcelona_
sobre_el_derecho_a_la_alimentación.